Escucha Ahora
Era un lindo día de verano. Ella estaba tan emocionada con la nueva bicicleta que le trajo su primo. Él dijo que le enseñaría cómo montar en ella. Los dos se fueron al estacionamiento detrás de la casa. Ella miró a su primo en la bicicleta mientras esperaba con emoción su turno.
Cuando ella le preguntó, “¿Me toca a mí ahora?” él la miró con una pequeña sonrisa y dijo, “Sí, pero vamos para allá.” La llevó a una esquina oscura detrás de un edificio viejo.
Con timidez, ella le preguntó, “¿Por qué estamos aquí? Quiero montar en la bicicleta.” Ella miró a su alrededor y se dio cuenta que el sol apenas brillaba en donde estaban. Él se le acercó lentamente y le bajó sus pantalones. La niña le preguntó, “¿Qué estás haciendo?”
Le contestó, “Si me dejas, yo te permito montar en bicicleta.”
Sólo tenía cinco años la primera vez que fui abusada sexualmente. El recuerdo es tan vívido como si hubiera pasado ayer. En ese instante, me robaron muchas cosas. Me sentí tan confundida ese día. No podía entender qué había pasado.
El abuso siguió por varios años. Tenía miedo de lo que él me haría cuando venía. Quería que mi papá me ayudara, pero no pudo porque no sabía lo que estaba pasando. Quería decírselo a alguien, pero había jurado mantener el secreto. Me quedé con este secreto por unos siete años.
Tenía muchas preguntas durante mis años de adolescencia. Estaba enojada, sentía mucho dolor y mucha rabia; estaba destrozada.
Crecí en un hogar cristiano. Sentí el amor de mis padres (quienes llevan 37 años de casados). Sabía quién era Dios. Escuché de los milagros que hizo Jesús. Vi milagros con mis propios ojos. Pero en el fondo, estaba vacía.
Me volví una chica ruda, involucrándome en cada deporte posible. Mi mamá me rogaba que llevara un vestido. Llevaba ropa holgada para esconder mi cuerpo para que nadie me viera. El padre de mi amiga siempre comentaba sobre mi modo de vestir, y un día me dijo que yo iba a ser lesbiana. En el momento, no entendía bien lo que quería decir. A medida que pasaban los años, esperé y esperé a que esa “lesbiana” apareciera, sólo por lo que me había dicho este hombre. Nunca sucedió.
Cuando empecé en la universidad, busqué respuestas en las relaciones. Pasé de esconder mi cuerpo a exponerlo. Fui expuesta al sexo desde una tierna edad y eso distorsionó mi perspectiva del tema cuando llegué a ser adulta. Había una lucha continua dentro de mí, y buscaba una salida en los lugares equivocados. Busqué respuestas en las relaciones. Intenté encontrar alivio en las drogas y el alcohol. Nada me alivió de este dolor. Aprendí a enterrar los recuerdos de lo que me habían hecho y dicho.
Vino el día cuando llegué al punto más bajo de mi vida. No tenía a dónde irme, ni en quien confiar, sólo a Dios. Así que lo busqué. Entregué todo a Dios – todo lo que tenía, todo mi ser – todos mis dolores, mis heridas, mis miedos, mis sueños y mis deseos. Ese fue el día en que experimenté mi libertad.
El día que fui abusada por primera vez fue el comienzo de un intento de destrozarme. Pero Dios tenía un propósito y un plan para mi vida. Jeremías 29:11 dice, “Pues yo sé los planes que tengo para ustedes – dice el Señor –. Son planes para lo bueno y no para lo malo, planes para darles un futuro y una esperanza.”
Algo que he aprendido durante los años es que todos tenemos una historia. Lo qué hacemos con esa historia es lo que nos destaca. Pude haber permitido que mi pasado justificara una vida destrozada. Pude haber culpado a Dios de todo el dolor que sentía por lo que había pasado.
Cuando le entregué todo a Dios para que me renovara, le estaba entregando mi pasado y mi futuro. Creo en el poder de Dios para sanar. Creo en Su amor y Su gracia. Soy un testimonio vivo del significado de superación. Le hice una promesa a Dios – yo estaba dispuesta a contar mi historia a otros, aunque me doliera, con tal de que ayudara a sanar a otras jóvenes.
Si estás leyendo este artículo, quiero animarte. Quiero decirte que hay esperanza a pesar de tu situación. Hay sanidad más allá del dolor. La libertad comienza cuando permites que Dios empiece el proceso de sanar tu vida. Cuando nos aferramos al dolor y sufrimiento, otorgamos demasiado poder a los que intentaron destrozarnos. Otorga ese poder a Dios.
He viajado por todo el mundo con mi grupo de música, Rhema Soul, compartiendo el mensaje de Cristo. He podido hablar con jóvenes y compartir mi historia para que sepan que nuestro pasado no define nuestro futuro.
Letra de la canción “Fly Away” (Volaré) – Rhema Soul
Era un día de sol, yo montaba en bicicleta, jugando como otros niños,
Él tenía el doble de mi edad y le gustaba mi cuerpo,
Y ahora me ha robado pedazos de mi juventud,
Me introdujo a una etapa que no debería de haber conocido.
¿Cómo se explica una vida con ataques de ira?
Me dijo que sería lesbiana y llenó mi corazón con odio.
“Como el ala del avión quería volar,
A un lugar sin dolor es donde quiero llegar,
Sus palabras me marcaron y ahora ando con vergüenza.
¿Qué puedo decir? La libertad llegó por mí.
Y ahora como un águila estoy volando alto, más allá de las olas.