Yo no Sabía

Por: David Knapp

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Yo no sabía que un humano podía tener tanto dolor.

La entrada a mi dormitorio parecía agarrarme y detenerme de repente. Al mirar el lugar donde mi esposa dio su último aliento hace tres semanas atrás empecé a llorar de nuevo descontroladamente. Parecía no terminar de dar vueltas sin sentido por la casa como un niño de 2 años buscando su chupete.

Esta vez terminé mi sesión emocional pensando en los dolores profundos de otras personas. Ahora los entendí de diferente perspectiva. Recordé a mi mamá. ! Guau!, pensé, de verdad la vida era difícil para ella cuando mi papá se murió repentinamente! De repente, mi situación no se sentía tan dura.

Toda mi vida solamente recordé esos años difíciles después del accidente de mi papá desde la perspectiva de un joven de 11 años. Pero ahora, a causa de mi propia pérdida, sentí dolor para mi mamá. Le admiro de una manera diferente.

El día del accidente de mi papá, mi mama estaba embarazada a los 30 años de edad y ya tenía cuatro hijos, de los cuales yo fui el mayor. Ella vivió en una casa sin plomería interior y con una estufa de hierro fundido que quemaba carbón o madera para dar calor. El invierno no había terminado cuando llegó ese día soleado en febrero que cambió nuestras vidas para siempre.

Parecía que la pena de mi mamá paró nuestras pequeñas vidas. Ella pasó mucho tiempo en la cama y sólo se levantó para hacer lo mínimo en cuidar a sus hijos pequeños. Una semana después del funeral de mi papá, ella dio a luz a mi hermano menor.

Una semana después de que mi mamá llegó del hospital con mi hermanito, recibimos una visita inesperada de mi abuela dominante. Ella vio el desorden de la casa y encontró a mi mamá en la cama como lo era usual. Desafortunadamente, Abuelita respondió de una manera dura. En vez de demostrar bondad, ella dio mandatos difíciles a mi mamá, forzándole a levantarse y dejar de lamentar.

Así que mi mama se levantó. Más tarde, me di cuenta que eso le causó a “enterrar” el dolor y le causó mucho daño emocional.

Creo que esa experiencia junto con siempre estar ocupada dejó una herida abierta en el alma de mi mamá. Aparecería cuando surgen los otros dolores de la vida. Su sanidad había sido abortada y por eso sufrió por muchos años.

Vi a mi mamá mirar a una foto de mi papá y llorar cada vez que tenía un evento emocionalmente difícil. El recuerdo más vívido que tengo de esto es durante su divorcio del hombre con quien se casó tres años después de la muerte de mi papá.

Los días difíciles continuaban para mi mamá durante ese primer año. Sin un esposo, todavía tenía una granja para manejar. No tenía idea de cómo manejarla, más cuidar a cinco niños. Aunque nuestros vecinos nos ayudaron a sembrar en la primavera y cosechar en el verano, ella perdió la granja. Teníamos que mudarnos al pueblo cercano pequeño. El único ingreso que Mamá estuviera calificada a recibir era el subsidio del gobierno. Trescientos dólares al mes no alcanzaba, aun en esos días. Muchas veces usamos el dinero que recibí por cortar céspedes para comprar pan y gasolina.

Estas experiencias me afectaron de dos maneras.

Primero, me di cuenta que el proceso de sanidad después de una pérdida es vital. Aunque quise que se vaya el dolor en mi alma cuando se murió mi esposa, necesitaba permitir que la pena de la muerte me enseñe y sane mi alma para que un día yo pudiera vivir una vida completa otra vez. Decidí encontrar a personas con quien podía hablar y quien me entenderían y guiarían por este proceso.

Recibí nuevo entendimiento sobre un versículo que ya conocí. 2 Corintios 1:4 dice, “Él nos consuela en todos nuestros sufrimientos, para que nosotros podamos consolar también a los que sufren, dándoles el mismo consuelo que él nos ha dado a nosotros”. Me di cuenta que yo necesitaba el consuelo de otros a quien Dios ya había consolado durante sus experiencias dolorosas. Entonces, empecé a buscar a otros para ayudarme a hablar del dolor para que yo pudiera experimentar el consuelo de Dios para mí mismo.

El segundo beneficio de la experiencia de mi mamá era entender que mi pérdida no significaba el final de mi vida. Otros como mi mamá han tenido experiencias más difíciles que yo. ¡Mi tiempo de autocompasión ya tenía que terminar!

Crecía la admiración para mi mamá. Ella creía firmemente en Jesucristo. Su relación personal con Él era evidente, aun en el medio de su dolor. Tengo recuerdos vívidos de ella tocando el piano y cantando los himnos antiguos en voz alta. Ella cantaba con una gran sonrisa. Ella animaba su espíritu con la realidad de la presencia de Cristo en su vida. Y era evidente. Aprendí de ella que yo necesitaba hacer lo mismo y tome una decisión para crecer.

Hay otra cosa que me ayudó aunque no parezca tan obvio. Asistir a la iglesia no era una opción para los de nuestra familia; era una manera de vida. Aun durante todo el dolor y el cambio que pasábamos, Mamá siempre nos llevó a la iglesia. Allí encontró apoyo tremendo de nuestros amigos y parientes. Esa costumbre de ir a la iglesia no sólo era una opción sabia para ella, sino se formó en mi vida también. Aunque la vida era difícil, siempre me animaba la gente en la iglesia, y a veces, parecía aliviar el dolor.

Mamá no era el único ejemplo de encontrar ánimo en el medio de dolor y pérdida. El Rey David en la Biblia experimentó muchas pérdidas en su vida. 1 Samuel 30:6 nos dice, “mas David se fortaleció en Jehová su Dios.”

Por supuesto, la primera cosa que David tenía que hacer es hacer al Señor, su Dios. Esto no es un proceso largo e involucrado. Es un acto sencillo en que admites que crees que Jesús es el Hijo de Dios y que Él vino a la tierra para morir por tus pecados. ¡Pero la muerte no Le mantuvo enterrado! Él vive para siempre, y quiere que tú vivas con Dios para siempre también. Eso pasa cuando confías en Jesús y le entregas tu vida a Él.

Piénsalo. Esta Navidad celebramos el mejor regalo de Dios – Jesucristo – quien vino a reunir a cada persona (sin importar la raza, el estatus, el género) a Él. Dios quiere una relación contigo tanto que está dispuesto a sufrir una gran pérdida para que puedas estar reunida con Él, perdonada y consolada por Dios mismo. ¡Y durante el proceso Él venció la muerte! Ahora, nadie tiene que morirse para siempre. Hay vida eterna con Jesucristo.

No sé si tienes dolor en tu corazón o una canción en tus labios, pero espero que tengas a Jesús en tu vida. Si Lo tienes, sé que puedes superar cualquier cosa difícil en tu vida.

Mi mamá lo superó, yo también, y tú lo superarás también.

Consejos de Luto

  1. No te sorprendas que tus emociones estén crudas al dolor y que van a subir y bajar.
  2. Comprométete a adaptarte a lo nuevo y haz los ajustes cuando sea necesario.
  3. ¡Decídete a sobrevivir!
  4. Haz ejercicios. Camina. Corre. Baila. Mueve tu cuerpo.
  5. Habla con personas que se interesan por ti. Pero si no te entienden, no permitas que sus palabras te pesen. Busca a otra persona.
  6. Sé paciente – contigo misma y con tu familia. No hay un remedio rápido.

 

David Knapp es un misionero por mucho tiempo con New Tribes Missions, es un padre de ocho hijos, y un abuelo de veintiséis nietos. Su libro, I Didn’t Know What to Say (No Sabía qué Decir), viene pronto. Para más información visita www.griefreliefministries.com

Puede encontrar este artículo y más en la Edición de Reach UP: Invierno 2013

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