Romper el Ciclo – Vencer a Mi Pasado

Por: Marilyn Garcia-Rivera

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Ningun niño debe ser criado en un hogar abusivo. El estrés es demasiado dañino.

Así fue para mi. Ver a mi papá y a mi padrastro golpear a mi mamá me enseñó la mentira de que “¡si tu hombre no te está golpeando, entonces no te ama!”

Fui joven, feliz, y lista para entrar en el mundo laboral. Acababa de graduarme de la escuela técnica y conseguí mi primer trabajo en la Ciudad. Siempre anhelaba trabajar en la Ciudad. Hay algo sobre Manhattan que siempre amaré. Ni tuve la menor idea de que en la ciudad de mis sueños, conocería al hombre que me haría daño.

Todo empezó bien. Me sentí feliz con él, y creí que él era perfecto para mi. Él fue amable y me hizo sonreír. Supongo que todas las relaciones empiezan así, ¿verdad? Con respeto y bondad.

Sin embargo, todo cambió una noche cuando encontré unas pertenencias de otra mujer en su apartamento. Sorprendida, chequeé su bíper y encontré unos mensajes explícitos.

Cuando lo enfrenté, él se enojó. En vez de admitir la culpa, él cambió la situación y me hizo sentir como si yo fuera culpable. ¿Por qué estaba yo revisando su apartamento? ¿Por qué invadía yo su privacidad por mirar a su bíper? Mientras nos peleamos, él me tiró una botella que me pegó en la cabeza, me dejó sangrando y en shock y llantos.

Después de eso tuvimos una relación que parecía una montaña rusa – un ciclo constante violento de emborracharnos, pelear, abuso verbal, separarnos, y pedir disculpas. Recibí varios ojos y labios amoratados. Me acuerdo claramente las veces cuando él me escupía durante una pelea, me llamaba puta, y aun tiraba los tejos a otras mujeres en mi presencia. Me degradaba hasta que sentí débil y empecé a llorar. Él sabía cómo romperme mentalmente, y hacerme creer que fue mi culpa el tratamiento que me dio. Aunque él me golpeó unas veces, el abuso verbal era mucho peor.

Una vez después de una pelea de borracho, me levanté el día siguiente con una lado de mi cara hinchado y amoratado. La noche anterior era un borrón y yo no podía recordar qué exactamente había pasado. Miré por el apartamento y vi una botella de cerveza de 40 onzas en un sitio raro en el piso. Estoy segura que él me tiró la botella y me golpeó la cara.

Muchas de nuestras peleas se pusieron violentas. Una vez rompí su collar  de oro muy caro, y de venganza, él tomó un cuchillo y rasgó mi chaqueta de cuero mientras me la llevaba puesta. En otras ocasiones me maltrataba en la calle porque no le importaba abusarme en público o en la casa. Era tan malo que me encogí de miedo o me quedé inmóvil al verlo enojarse porque yo sabía lo que iba a pasar después.

Las relaciones como éstas son tan confusas porque él pediría disculpas y prometería cambiar, ¡y yo le creía! Las disculpas parecían sinceras y dulces, y por eso me dejé llevar por su bondad. Luego, tendríamos un ciclo de días buenos con mucha risa, y saldríamos en citas maravillosas. Todo era como yo lo quería.

Después de un mes más o menos, él volvió a ser el abusador al que yo tenía miedo. Yo no tenía ni idea qué lo irritaba, ni por qué. Solamente supe que lo pasaba.

Las marcas físicas y mentales que dejan un abusador pueden ser inquietantes. No te miento: el proceso hacia la sanidad es largo. El abuso te destruye mentalmente. Pero cuando ya no permites a esos abusadores controlar tu vida, ¡tendrás libertad!

Terminar la relación con él fue difícil. En esa época, estuve en una situación difícil. No quería vivir con mi mamá, y no tenía suficiente dinero para pagar mi propio alquiler. Además yo le echaría de menos. Entonces terminábamos, nos reuníamos, y nos dejábamos otra vez. El ciclo seguía sin fin. Algunas veces no quise volver a él, pero en esas ocasiones él vino a buscarme. Una vez llegó a mi trabajo y otra vez vino a la casa de mi mamá e insistió que yo saliera con él porque tenía una arma. Yo no sabía de verdad si él tuvo una arma o no. Él sabía que yo le temía tanto que yo no atrevería a desafiarle.

Durante este periodo de mi vida me sentí tan sola, avergonzada, y tonta de involucrarme con un hombre que no me quería y le gustaba abusarme. Pensé que no podía decirlo a nadie porque tuve miedo de lo que dirían. Viví sola con este terror privado – sola con un extraño que no me quería ni quería cambiar.

Después de casi tres años, por fin me dije a mi misma, Estoy harta. No lo aguanto más. Tengo que dejarle una vez por todas. Clamé a Dios que me ayudara porque no pude hacerlo sola. Una noche el Señor me dio el coraje para dejarle. Mi abusador no estuvo en casa, entonces fue fácil salir.

Pasaron unos meses hasta que me llamó. Me pidió una reunión y me prometió que él había cambiado y me trataría mejor. Aunque yo lo había escuchado antes, pensé, me reúno con él una vez más.

Él era tan cariñoso y dijo las cosas que yo quería oír. ¡Pero yo había cambiado! Por fin tuve la fuerza para no hacerle caso. Le escuchaba pero no aceptaba lo que me decía. ¡En ese momento vi claramente quién él era, y dije a misma que él ya no me haría daño!

“Vete a la casa. Te encontraré allí,” le dije. Él subió al tren y cuando cerraron la puertas y empezó a salir, nos mirábamos y nos sonreíamos. Le dije adiós con la mano y nunca lo volví a ver.

No sé por qué nunca me vino a buscar. Poco después de romper la relación con él de una vez por todos, empecé a ir a la iglesia. Creo de verdad que Dios tuvo una parte en separarme de él para siempre.

Sé que hay muchas mujeres en una relación abusiva parecida, aún peor que yo. Quizás piensas que no puedes dejarle. No soy consejera profesional, pero te puedo decir una cosa: Por favor, cree en Jesucristo. No pierdas la esperanza. Él es más poderoso que podemos imaginarnos, y Él está contigo. Clama a Él, y Él te dará la libertad.

 

Puede encontrar este artículo y más en la Edición de Reach UP: Primavera 2018

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