Perdón – Uno de los Secretos de la Alegría

Por: Liz Maschkywitz

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¡El Perdón es para TI, NO para la otra persona!

Como pastora de jóvenes de un ministerio grande en Brooklyn, Nueva York, descubrí que muchas personas creen que mi vida es perfecta. Tengo una inda pequeña familia y me gusta sonreír. Sin embargo, la gente no sabe que estoy alegre como resultado de las decisiones que he hecho en mi vida. Una de ellas es el perdón.

En Efesios 4:32 leemos, “Más bien, sean bondadosos y compasivos unos con otros, y perdónense mutuamente, así como Dios los perdonó a ustedes en Cristo.” Muchas personas deciden seguir a Cristo y lo aceptan como su Señor y Salvador, pero no pueden tener vida alegre porque no están dispuestas a soltar el pasado y perdonar.

El perdón verdadero no es fácil, y no se logra mágicamente en un solo día. En mi vida tomó varios años.

Cuando era joven, mi papá fue pastor y era mi héroe. Pero cuando tuve nueve años, eso se cambió cuando le puso cuernos a mi mamá. En ese tiempo, los niños en mi escuela empezaron a hacer bulling e intimidarme cada día. Entonces hasta que tuve doce años, me odiaba a mi misma y quería morir.

En la secundaria, gané un poquito más de confianza y empecé a salir en citas. Desafortunadamente, los muchachos populares con quien salí no sabían el significado de ser fiel. Me pusieron cuernos constantemente y yo lo sabía, pero pensé que así era la vida y tuve que aguantarlo. Me acosté llorando muchas noches sintiéndome indignada.

Más tarde me encontré en una situación de abuso emocional. Como resultado, perdí la confianza en la humanidad y me sentí más sola que nunca. Mi corazón estaba quebrantado, asustado, y lleno de resentimiento.

Aunque me sentí tan mal, nunca dejé de amar a Dios. Le buscaba continuamente y le pedía dirección. Era un día típico de llorar a Dios cuando me di cuenta que necesitaba hacer algo acerca de mi dolor. ¡Yo necesitaba perdonar! Pero después del divorcio de mis padres y el nuevo matrimonio de mi papá, regresó el profundo dolor y la desconfianza en la gente.

Un día, Dios me dio una “cita divina.” Dios arregló varios eventos para que yo pudiera descubrir algo importante. Estaba en un vuelo hacia Albuquerque, New México, pero a causa de mal tiempo, el avión aterrizó en El Paso, Texas, donde vivían mis padres. Mi mamá me recogió del aeropuerto y me animó a llamar a mi papá y a conocer a su nueva esposa.

Aunque ella le había herido, la había perdonado y quería que yo hiciera lo mismo. Hacía meses que no hablaba con mi papá pero lo llamé. Me recogió la próxima mañana y yo podía ver que él trataba de cubrir sus lágrimas. Me presentó a su nueva familia, y aunque era difícil admitirlo, ¡me gustaba! Dios había preparado ese momento, y pude perdonar a mi papá. ¡También decidí perdonar a cualquier persona quien era un bloqueo para mi alegría!

¡No perdonamos a otros porque lo merecen! De hecho, el perdón no es “para ellos.” ¡El perdón es para ti! Quizás tu situación es peor que la mía, ¡pero el perdón es un regalo para tú misma! Te animo a dejar a Dios sanarte. Déjalo romper esas cadenas que te amarran. Abre tu corazón y examínalo profundamente. ¡Perdona a otros como Cristo te perdonó a ti!

Puede encontrar este artículo y más en la Edición de Reach UP: Otoño 2014

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