Escucha Ahora
Hace poco me di cuenta de que no estaba cumpliendo algunos de los sueños que tenía para mí misma. Me di cuenta de que en algún momento dejé de escuchar lo que Dios decía de mí. Me preocupaba más lo que la gente decía de mí y cómo me trataban. Lo que pensaban de mí determinaba cómo yo percibía mi propio valor. Eso me dejó en un vaivén de emociones.
Depender de las opiniones de los demás crea un espacio muy poco saludable en el cual crecer. En mi caso, fue algo paralizante. Sabía que mis sueños seguían ahí, pero estaban enterrados. Los miedos de mi mente se apoderaron de mis sueños y de mi motivación para cambiar.
Para perseguir mis sueños, esta primera pregunta era necesaria e incluso práctica: ¿Cuál es el primer paso? Pero otras preguntas, como “¿Y si meto la pata? ¿Y si me equivoco de camino? ¿Y si quedo como tonta ante los ojos de los demás?” me paralizaban, y necesitaban que la verdad de Dios las derribara.
Esas preguntas surgían de mis miedos y desviaban mi atención en Dios. En realidad, esos miedos ponían sobre mis hombros toda la responsabilidad de luchar por mis sueños, y esa es una carga muy pesada. Por eso, cuando surgen esos miedos, me digo a mí misma:
Si me equivoco, aprenderé lo que no debo hacer.
Si fracaso, aprenderé lo que funciona y lo que no.
Si quedo como una tonta, ¿qué importa más: que yo piense que parezco una tonta o lo que Dios piense de mí por intentarlo?
¿El Dios que todo lo sabe y que todo lo ve me mira como si fuera una tonta (después de todo, nadie es tan listo como Dios) o me ve como una buena madre que está orgullosa de sí misma por intentarlo?
A menudo me viene a la mente la parábola del jefe que se marchó, de Mateo 25:14-30. Él confiaba en sus tres mejores empleados y le dio a cada uno una cantidad diferente de oro para que lo invirtieran cuando él se fuera. El último de la historia recibió sólo una bolsa de oro. Temía que su rico jefe fuera difícil de complacer, así que en lugar de poner el dinero rápidamente a trabajar como los otros dos hombres, cavó un hoyo y lo enterró. Allí estaba seguro, aunque no ganaba nada.
Cuando el jefe volvió a verle, se enfadó con el hombre por haber enterrado el oro. Así que le quitó la bolsa y se la dio al tipo que lo había escuchado y que había invertido su dinero.Es de injustos y perezosos no hacer nada con el don que Dios me da – mis sueños. Él prefiere que intente utilizar mis dones a que los entierre, aunque no me vaya tan bien como esperaba.
Al reflexionar sobre esta parábola, veo tres lecciones:
- Confía en Dios por lo que Él dice que es. A menudo, podemos imaginarnos cómo es Dios según lo que los demás piensan de Él. Eso nos desviará y nos privará de una relación creciente con Dios y de aprender de la Biblia quién es Él realmente. Tómate tu tiempo para conocerlo por ti misma.
- Confía en Dios por lo que Él dice que eres en Él. A menudo, nos damos cuenta de que no estamos calificados para el trabajo que tenemos ante nosotros. Pensamos, no soy lo suficientemente inteligente. No soy hábil con las palabras. No tengo el don de gente. Estos pensamientos pueden o no ser ciertos. Sin embargo, esas cosas no importan si se comparan con lo que Dios ve y lo que Él es capaz de hacer a través de ti mientras tengas la disposición. A lo largo de mi vida, muchas veces he solicitado un trabajo sabiendo que no estaba totalmente capacitada, pensando: “Si me dan una oportunidad, ¡podré aprender a hacerlo! Cuando estás con Dios, no tienes que ver el vaso medio vacío. En lugar de eso, agradece que el vaso haya sido elegido y que Él sea capaz de llenarlo. No te refugies en tus miedos. Olvídalos.
- Confía en Dios y cree en ti misma. Lo peor no es que fracases o quedes en ridículo. Lo peor es no intentarlo. Al fin y al cabo, tienes que creer en Dios y en su obra en ti más que en cualquier pensamiento negativo o duda que intente impedir que sigas adelante.
Si te rindes o te asusta el cambio, apóyate en Él. Si estás preparada para el cambio, apóyate en Él. Si estás empezando, apóyate en Él. Y lo más importante, ve y haz el trabajo que sientas que Dios quiere que hagas. La vida es para vivirla y está llena de giros interesantes que nos llevan a lugares que nunca esperamos. Seguir nuestros sueños puede ser bueno, así que ¡adelante!