DIOS puede ser invisible, ¡Pero no se queda callado!

Por: Idys Serrano

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Soy una madre soltera. Yo, tal vez como tú, he pasado por unas cuantas cosas en mi vida. No sé cómo sobreviven aquellas madres solteras que no conocen a Dios. No es fácil. Pero aun si no te encuentras en mi situación, creo que te animará mi historia.

Nadie sabía lo que me estaba pasando, ni de lo que yo estaba orando. Pero aquí estaba esta mujer diciéndome lo que sólo Dios sabía…

No pasa un día sin darle gracias a Dios que conoce mi nombre y sabe todo acerca de mí. Hay muchas maneras de describir quién es Dios para mí, pero por ahora diré que Él ha sido mi esperanza, mi proveedor, y lo más importante, mi paz.

Mi hijo tuvo tres años cuando me convertí en una madre soltera. Desde entonces, el Señor ha permitido que me pasen varias experiencias en mi vida. Todo no ha sido maravilloso y emocionante. Durante ese tiempo perdí mi trabajo y mi casa, tuve unos problemas serios de salud, y batallé la soledad. ¡Pero también he llegado a ser una vencedora!

Por seguro hubo veces cuando yo no estaba cierta que iba a sobrevivir. Pero he aprendido mucho sobre Dios y Su sabiduría. Por medio de esas lecciones, he podido ayudar a otras personas.

Apenas me había convertido en cristiana cuando todo esto empezó. Tenía dificultades con poner mi confianza en un Dios que yo no podía ver ni oír.

Aunque yo sabía que necesitaba ayuda, también sabía que la gente que me rodeaba no me podía ayudar. Como yo, la mayoría eran madres solteras que tenían los mismos problemas como yo – problemas emocionales, financieros, de todo. Podíamos contar historias, pero todas estábamos confundidas sobre la solución. La confusión lleva a los errores – errores que no quise en mi vida, ni la de mi hijo.

Nunca me olvidaré de una de las primeras veces cuando experimenté el poder sobrenatural de Dios en mi vida. Aunque era hace veinte años, siento como si fuera ayer.

A eso de un año después de mi divorcio, perdí mi trabajo de nueve años. El padre de mi hijo no se encontraba por ninguna parte y no recibía la pensión alimenticia. La única pariente cercana era una hermana que tenía sus propios problemas. Me sentía sola e insegura de mi futuro y la de mi hijo.

La verdad es que empecé a dudar que las cosas se fueran a mejorar porque no tenía ninguna esperanza. Aun empecé a dudar mi habilidad de criar a mi hijo. No quería que él llegue a ser una estadística y coger el camino malo a causa de las malas decisiones que tomé. Como cualquier madre, quería lo mejor para mi hijo y tenía que creer que sí era posible.

Una mañana hablaba con Dios de todo esto. Si alguien hubiera mirado por mi ventana, me hubieran visto llorando y gritando a Dios. Le conté al Señor mis miedos y ansiedades. Le pedía una palabra de seguridad.

Mientras yo oraba por lo que me parecía mucho tiempo, alguien tocó mi puerta. Me sorprendí porque no esperaba a nadie, mucho menos a esa hora de la mañana.

Con cautela, abrí la puerta y me sorprendí ver a una de las mujeres de mi iglesia. No éramos íntimas y por eso no sabía por qué me visitaba. Después de todo, nadie sabía lo que pasaba en mi vida porque no le había contado a nadie. Me paré allí con los ojos rojos, mirándole hasta que por fin le invité pasar.

Traté de ser cortés y le pregunté si le podía ayudar en algo. Ella se paró allí sonriéndose pero con una mirada extraña.

Me dijo, “Perdóname por venir sin llamar pero mientras yo oraba esta mañana, el Señor te puso en mi corazón. Te veía llorando y hablando con el Señor. Pregunté al Señor cómo debo orar por ti. Y lo que oí de Él fue que debo venir a decirte, ‘Tú y tu hijo no están solos. No te dejaré ni te abandonaré.’”

Después citó un versículo (Éxodo 13:1-2) “El Señor habló con Moisés y le dijo, ‘Conságrame el primogénito de todo vientre…Míos son todos.’”

Siendo muy nueva a todo esto, le pregunté qué significaba. Ella me aseguró que mi hijo estará bien, que él pertenecía a Dios, y que yo podía confiar en las promesas de Dios.

Ella me dio un abrazo fuerte y cariñoso, y me sentí tan segura en sus brazos. Empecé a llorar de nuevo, pero esta vez, eran lágrimas de alegría y la esperanza de que todo saldría bien.

Eso fue cuando Dios se me hizo real. Él envió a alguien para atenderme en mi momento de necesidad. Dios sabía que yo necesitaba tener a un ser humano para animarme. Él sabía que no había manera que yo podía explicarlo, ni creer que era mi imaginación o mi mente diciéndome lo que quise oír.

Sólo mi Dios maravilloso enviaría a alguien que apenas conocí para decirme exactamente lo que necesitaba saber y oír.

Después de este milagro, mi vida de oración empezó a cambiar. Empecé a orar con expectativa y confianza que Dios podía hacer lo imposible.

Eso no fue la última vez que lloré con todo corazón a Dios. De ninguna manera. La vida tiene sus altibajos – pero la diferencia es que ahora espero en Dios para hacer milagros.

Lo espero porque he visto cómo Dios me ha provisto de manera financiera. Lo espero porque Él me ha ayudado emocionalmente. La verdad es que estoy viva hoy porque Él me ha sanado físicamente.

¿Y es sorprendente que he crecido en mi vida spiritual? Dios ha estado conmigo en los tiempos buenos y en los malos. NUNCA me ha abandonado. Él oyó los llantos de una mujer asustada.

No te conozco de nombre, pero Dios sí te conoce. Te guardo en mis oraciones y Él te guarda en Su corazón. Sé que Él te oye. ¿Escucharás a Su voz llena de calma y seguridad?

Versículos para guardar. Córtalos, haz copias, memorízalos, pero siempre cree que son la verdad de Dios para ti.

 

No tengas miedo, pues yo estoy contigo; no temas, pues yo soy tu Dios. Yo te doy fuerzas, yo te ayudo, yo te sostengo con mi mano victoriosa.
Isaías 41:10 DHH

 

Mis planes para ustedes solamente yo los sé, y no son para su mal, sino para su bien. Voy a darles un futuro lleno de bienestar.
Jeremías 29:11 TLA

 

Tener fe es tener la plena seguridad de recibir lo que se espera; es estar convencidos de la realidad de cosas que no vemos.
Hebreos 11:1 DHH

 

Puede encontrar este artículo y más en la Edición de Reach UP: Verano 2013

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